En el siglo XVIII el boxeo se convirtió en una práctica
deportiva de gran difusión en el Reino Unido y sus colonias, ingresando así a
América. Durante dos siglos los combates se realizaron sin guantes (a puño
limpio) y sin límite de tiempo, con el fin de organizar espectáculos de
apuestas, conformando una práctica muy violenta, en las que habitualmente los
púgiles resultaban seriamente lesionados o muertos. En esos primeros años los
espectadores formaban un anillo (ring) alrededor de los combatientes, que
solían ser varones, aunque también se realizaban luchas de mujeres e incluso
animales.
En las primeras décadas del siglo XVIII, aparecieron en
Londres personas que se auto titulaban “Maestros de Defensa”. En 1719, uno de
estos “maestros”, el británico James Figg, se proclamó campeón de Inglaterra y
retó a cualquier persona blanca a vencerlo, en el ring del anfiteatro que él
mismo construyó en la Posada Greyhound, en Thame, Oxfordshire y luego también en
Londres. Se estima que entre 1719 y 1730 o 1734 Figg realizó 270 peleas, ganando todas menos una. A la muerte de Figg en 1734, uno de los
periódicos londinenses realizó la siguiente crónica:
“El sábado pasado hubo una Prueba de Habilidad entre el invicto
héroe, “Muerte”, de un lado, y del otro, el hasta ese momento invicto héroe
“Mr. James Figg”, el famoso luchador por premio y Maestro de la Noble Ciencia
de la Defensa. La batalla fue obstinadamente peleada por ambos lados, pero al
final el primero obtuvo una Victoria Total y el segundo, obligado a someterse a
un Adversario Superior, valientemente y con dignidad, se retiró, expirando esa
tarde en su casa de la calle Oxford.”